Según la OIT la tasa de desempleo mundial se ha situado en 2019 en el 5,4%. Entre el 2009 y el 2018 se ha producido una disminución gradual de la tasa de desempleo.
Los gobiernos toman medidas para estimular el empleo y proporcionan cobertura para aquellos que no pueden encontrarlo. Las personas buscan empleo para financiar sus gastos personales y los de sus familias.
En un momento donde las tasas de desempleo son elevadas algunas ideas tradicionales se están revisando. Esta establecido y aceptado que siempre habrá un sector reducido de la población que, por unas u otras razones, no son capaces o no desean encontrar un empleo. Sin embargo, muchos otros no pueden encontrar un empleo aunque lo quieran. Uno de los métodos más conocidos tradicionalmente de mitigar las altas tasas de desempleo ha sido la emigración, que en los últimos años ha vuelto a aparecer con fuerza. Estas emigraciones provocan cambios profundos económicos y sociales, tanto en las sociedades de acogida como en las de salida.
Otra de las tendencias que ha provocado la globalización de la economía ha sido la de ofrecer nuestros servicios o fuerza de trabajo por un salario menor. Sin embargo, en países donde se ofrecen subsidios al desempleo, las personas están menos dispuestas a trabajar, ya que la cuantía de estos subsidios superan a los salarios ofrecidos.
Los economistas hablan también de la movilidad laboral dentro de los países. Sin embargo, estas recetas se tornan poco prácticas debido a las diferencias entre las áreas más prósperas y las más deprimidas, a las reconversiones de la industria y al cambio de modelo de producción. Aunque los trabajadores deseen trasladarse, los altos costes de la vivienda y otros factores lo hacen casi imposible.
Los costes para las economías no han de medirse solamente en lo económico, sino que también han de tenerse en cuenta las consecuencias psicológicas y sociales de la falta de empleo. Por ejemplo, las medidas de austeridad implementadas en el 2007 provocó en el Reino Unido una incidencia de suicidios mayor, especialmente entre los hombres, aunque este incremento afectó también a todos los grupos de edad y a mujeres.
Existen otras graves consecuencias como son el aumento de los crímenes, y el deterioro de la salud física y mental de las personas. Todo ello afecta al gasto que los gobiernos se ven obligados a acometer, sobre todo en lo que respecta a los servicios de salud y seguridad en las calles.