La microeconomía estudia el comportamiento humano. A pesar de que las personas son muy diferentes unas de otras, en lo tocante a sus circunstancias económicas, existen algunas características que podríamos decir que son comunes y de las cuales podemos deducir rasgos generales.
Por ejemplo, todos los seres humanos tenemos necesidades básicas que satisfacer y que no dependen de las circunstancias económicas. Una de las más evidentes es el aire que respiramos. Sin embargo la comida, la vivienda o el vestido tienen un coste y por ello es necesaria una actividad humana de comercio o de transacciones.
Las economías más primitivas solían basarse en el trueque o el intercambio de productos pero, incluso en las economías con menores niveles de desarrollo, esto se ha tornado impracticable, debido a que el valor relativo de los productos no siempre es fácil de establecer. Además, muchos productos no se pueden transportar con facilidad, o bien son perecederos. Esto inevitablemente nos conduce al uso de alguna forma de objeto que sea aceptado de forma generalizada, de fácil manejo y con un valor claramente establecido, como es el dinero.
El dinero no tiene valor por sí mismo, si no que es el propio valor del material del que esté hecha la moneda o el papel. En términos económicos, su valor descansa en su función de medio de cambio y de pago. Otra de sus funciones es como una medida relativa, especialmente en lo que se refiere al trabajo.
Incluso en la sociedad actual, donde cada vez más se habla de desempleo crónico o de subsidios, lo cierto es que al menos una parte sustancial de los humanos seguirán teniendo el trabajo como su principal fuente de ingresos. Aquí es donde nos damos de bruces con otro de los hechos económicos principales, la ley de la oferta y la demanda.
Esta ley es aplicable no solo a los productos sino a las personas. Todos los miembros de una sociedad, consumidores, trabajadores, se ven afectados por la inflación, que afecta a sus ganancias de forma real. Existen diversas maneras de atajar la inflación, pero como individuos nuestras posibilidades de influir son escasas.